21 septiembre, 2013

Qué somos tu y yo, sino dos almas separadas por el abismo del orgullo. Dos muros que chocan y se destruyen. Forzados a mantenernos alejados, fugitivos del amor, cansados de esperar a que nos vengan a esposar y nos hagan vivir presos en una fantasía idealizada.
Me hacía pequeña, tan diminuta, que me perdía entre los surcos de tus dedos. Me encontraba todas las caricias que nunca me diste, aterrorizadas, perdidas e infelices, suspirando por un halo de roce. Me querían, juro que querían también mis caricias...
Pero me fui, y entre mis huellas, también empezaron a multiplicarse las caricias nunca dadas, Me empecé a parecer a ti, a tus desaires, a tu manera de mirar y a la forma de decir que no me querías.

Pero teníamos demasiados pecados compartidos y una mochila inmensa de recuerdos y vivencias. Tú eras ella. Por más que intentabas huir, ahí seguía yo. Como siempre te prometí. Ya era hora de despojarte de aquel orgullo, de cogerlo y arrastrarlo junto con las inseguridades. Aquellas que no nos dejaban avanzar. Y tú eras ellas, todas y cada una de las desconfianzas surgían en mí y que odiaba tanto...

20 septiembre, 2013

19 septiembre, 2013

Porque contigo las locuras empiezan a tener sentido...

Las casualidades no existen. Contigo lo he aprendido. Algunos lo llaman destino.
Dicen que lo que no se ve no significa que no exista, que es fe. ¿Puedo entonces, tener fe en ti?
No siempre estás al despertar, pero te siento a mi lado. Que me rozas, que me estremezco si siento tu aliento en mi cuello.
No quiero representar el olvido de los kilómetros de la distancia. Sé que no puedo estar contigo siempre, pero que sepas que tú conmigo sí lo estás. Que no te olvido por un instante y que no dejo que se interpongan números ni opiniones.
Te retengo en mis brazos y ni por un segundo dejo que se esfumen nuestros deseos bajo mis yemas.
Porque eres poesía en mis manos, versos inacabados esperando que alguien los finalice y un compás acelerado en mi miocardio cuando me miras. Cuerdas vibrando en el mástil de mi guitarra, dedos exhaustos pisando notas, caricias que te envío con cada acorde, corcheas y fusas que bailan alrededor de nuestros cuerpos. Canciones que esperan a ser compuestas y un ritmo que desea ser plasmado en pentagrama.
Pero miro a mi alrededor y no estás. Quiero dejar de pensarte esta noche y que estés por fin aquí.
Tengo miedo, miedo que se evaporen nuestras promesas aún sin cumplir, nuestros proyectos. Ambiciones que creamos a partir de un mismo sentimiento...y es que no quiero que salga corriendo por la puerta y se cierre de un portazo. Es difícil explicar un sentimiento nuevo, unas caricias diferentes, unos labios tan parecidos...
Quiero ser la sonrisa que se dibuja en tus labios al andar por la calle, que te recorra el mismo relámpago que a mi cuando me besas, ser la melodía que ronde tu cabeza por las mañanas... Rozarte con la mirada, seducirte con las manos.
Quiero gritar tu nombre fuerte, bien fuerte.
Tú lo entiendes, pues mi pasado no ha sido más que simulacros.
Esta vez, quiero representar la obra más bonita jamás escrita. Sin cortes ni tomas falsas, en directo y sin trampas.

15 septiembre, 2013

Despacio, deprisa y a lo loco

Dejo de imaginar, y por un instante, desapareces entre el horizonte de mis pupilas tiritantes. Me dejo llevar por la corriente de la ignorancia y acabo con mis labios a tres centímetros de los tuyos. Pero dejo que sea una coincidencia. Como todas esas que ocurren bajo las sábanas de mi cuarto cada viernes cuando nos quedamos a solas. Porque soy yo y  no tú, la que corre y se esconde. La que trata de ser la chica que desees que sea y me pierdo. Me olvido quién soy, hasta que llega el instante en que no sé dónde he acabado. Donde hemos acabado. Porque ya no sé si debo agregarte al verbo, a mis pensamientos o a mis actos. Debe ser coincidencia eso de que te roce con la yema de mis dedos mientras te digo mil veces que debes marcharte. Pero debo ignorar que quiero que te quedes. Dependemos siempre de lo que piensen, pues yo dependo de ti. Me haces sentir más ligera de lo que nunca seré y te quiero con fuerza, con rabia, con los ojos cerrados y abiertos. Te quiero despacio, deprisa y a lo loco. Te quiero sin pensarlo, a escondidas y en silencio. Te quiero a gritos, gritos en mi alma y en mi casa. Te quiero a oscuras, a la luz del día o bajo la manta. Porque te quiero sin reparos, siempre, siempre te quiero. Debes ser tú la causa de mi ajetreo emocional, pues mi cuaderno comienza a teñirse de amarillo apagado y el lápiz hace tiempo que está sin punta. Pero mis labios siguen húmedos, mojados de ti. Rociados de tu aroma y sigo aquí, sin escribir y cobijada en tus brazos.

14 septiembre, 2013

Lleno mis pulmones con fuerza. Los baño de felicidad, de un aire fresco salido de los tuyos. Mis labios exhaustos no reparan en ello, pues prefieren seguir enganchados al timón de tu lengua. Dedos entrelazados bailan al compás del tamborileo de tu corazón loco, apasionado. Fuegos artificiales salen de tu pecho para caer despedidos en lo más profundo de mis senos. Cierro los ojos y no hago más que verte y tú mientras, me transmites algo que nunca sabré que es, pero de lo que creo que sin ello no cobraría sentido mi existencia. Tus cortas y repetidas respiraciones componen una melodía sutil para mis oídos, algo de lo que Mozart quizás nunca tuvo oportunidad de saborear entre susurros ahogados. Saboreo tus pestañas, tus párpados y me queda tiempo para mirarte las pupilas y pensar que no hay mujer más dichosa que yo en este mundo. Me acuesto en tu pecho e intento acompasar mis respiraciones con las tuyas, hacernos uno y repetir de manera indefinida un placer que pocos han podido experimentar de manera tan intensa. Quizás estoy atolondrada al pensar en un mañana despistado, desbaratado entre tazas de café a medio beber por toda la casa y besos olvidados en el microondas. Mis libros podrían estar cobijados en una sola habitación, mientras tus grandes retratos custodiasen las paredes. Sé que me fotografías mientras estoy en sueños. El insólito ‘click’ es perceptible a kilómetros, pues con él desprendes una pasión que muchas veces me gustaría que tuvieras conmigo. Pero que sepas, que yo también lo hago. Yo también te capturo. Te susurro sin quererlo. Te congelo, te reproduzco, te represento cada minuto en mi mente sin que te percates. Quizás alguna de estas capturas pudieran estar expuestas, pues pocas cosas hay más bellas que tu sonrisa cuando me miras. Eres magia sin quererlo, sin saberlo. Fantasía en una copa de alcohol, corcheas flotando en mi mente, melodías difusas que bailan un vals en mi boca, pues eres como la música: capaz de arañarme el alma, reparármela o jugar con ella y hacerme cosquillas. Mis dedos actúan tal y como si estuvieran componiendo una armonía en el piano más bello, pero sencillamente están trazando líneas en un cuerpo que podría haber sido esculpido por los dioses del olimpo. Y es que eres París, París con sus calles, con su torre Eiffel y su acento parisino. Porque a veces representas los kilómetros y la nostalgia, las horas reparando en tu espera o este sobrio texto. Estás en los ojos de aquel desconocido del metro, que queriendo o sin quererlo, me mira como tú lo harías. Te siento en ese frío que me corta, que se apodera de mis movimientos y me inmoviliza como si me estuvieras abrazando, porque eres la personificación de los besos robados, la metáfora de los ‘te quiero’ o la retórica de mis pasos. 

Mientras jugábamos a atrapar el viento

Los nudillos se me agrietan, por la falta de vehemencia de tus palabras, y el limón de tus mentiras no hace más que intentar desinfectar todo lo que has provocado. Y te aferras, y me aferro, a lo que hemos construido con falsas promesas, y un brindis al aire con lo poco que nos quedaba de vergüenza.
Mis yemas han dejado de echarte de menos, quizás porque tus ojos no me llaman en silencio, quizás porque tu boca no me observa desde lejos. Quizás, no eres lo que esperé, ni tanto menos lo que deseé. Pero pudimos bebernos a chorros la dignidad, incluso el alma... pero preferimos callar y mentir. Traicionarnos y jugar con lo prohibido. Nos dejamos llevar y nos gritamos lo efímero. Intentar reconstruir lo inexistente era algo por lo que luchábamos constantemente... sin recompensa. Debimos emerger y susurrarnos, arrancarnos el corazón y con un mordisco certero, quitarnos de una vez esta carga. Me hubiera cortado el temperamento con un cuchillo, pero pensaste que sería mejor seguir indagando cada hilo cosido, de aquellas sábanas de antaño. Vivíamos de recuerdos que debíamos coger y guardar. Aplastar, destrozar y enterrar.
Volver al pasado era algo imposible, pero algo nos hacía pensar que podía volver a suceder. No podíamos de nuevo, reconstruir, disfrutar, volvernos a enamorar como la primera vez. Y lo sabíamos. Pero era más fácil tirarte de la camisa con vivacidad y presionar mis fauces sobre tu cuello, esperando cualquier indicio para devorarte. Y es que, nos olvidábamos de que ya no teníamos quince años. “Estos juegos deben finalizar, Sam.”-Te repetía constantemente, que con astucia contestabas: “¿Qué juegos, cariño?¿Desde cuándo amar se ha vuelto un pasatiempo?”
Pero te equivocabas, Sam. Nos estábamos equivocando. Parecía como si aquellos gritos nos dieran vida y nos brindara el soplo que necesitábamos para seguir alentando la llama. Pero, eso no hacía más que fragmentarlo, fragmentarnos y resquebrajar las fibras del miocardio.
Constantemente, estábamos arrojándonos tierra, rastrojos de reproches y prejuicios, dolor que alguna vez nos lo tragamos sin compasión, asfixiándonos junto a aquellos vasos de tequila mezclados con una rabia demasiado concentrada. Debíamos aminorar la marcha, alentar los besos,  desvestirnos con la mayor delicadeza, analizar la pasión. Recordar, descifrar, volver a revivir lo que la mente ha relegado, pero que las expectantes manos recuerdan con viveza. Tapar los agujeros de las inseguridades y de los celos, de la envidia y el desenfreno. Sentir el más mínimo hormigueo en la yema de los dedos, cual mareo imprevisible. Recordando lo que una vez, nos vio empezar poco a poco, creciendo con ello, gradualmente.
Pero me fumé el cigarrillo de las mentiras, mientras me bebía a tragos vacíos, desnudos, la copa de las traiciones. Me quité el sujetador a quema ropa, con rabia en las caricias, con cicatrices que volvían a resurgir y me mutilaban las verdades.
Hiciste que me confundiera, que olvidara componer la sintaxis de mis versos, que engullera y perdiera, las vocales y las consonantes de mi vida. Tal vez sea porque, también, dejé demasiado abierta la ventana que tenemos en común y sin querer, la tinta de mi pluma se evaporó. Intenté atraparla, junto al viento, pero se me hizo imposible. Pretendí aún así, vivirlo todo con deseo, aún sabiendo que no tendría nada para poder después, rememorar lo vivido.
Quizás, es triste guardar e intentar extraviar lo pasado en una mínima cajita con algunos CDs, cartas y fotos que hace décadas que no ojeas. Pero aspiras, y exhalas un trabajado “Se acabó”, queriendo volver a escuchar de nuevo, como si con ello, pudieras cambiar el tamaño del compartimento.

Prometer amor eterno, en estos tiempos que corren, parece ser un billete anticipado al peor de los destinos.

Welcome back again

Después de tres años con el blog, con más ausencia que otra cosa... He decidido tomármelo algo más en serio. Dejarme de escupir tanto arcoiris y escribir. Escribir como siempre pero diferente. No ha pasado demasiado tiempo pero sí el suficiente para mirar desde distinta perspectiva mi alrededor y por lo tanto, plasmar mis ideas de manera algo oblicua a la que solía mostrar en el blog. Vuelvo con ilusión y espero que se vea reflejado de aquí en adelante. 
Las entradas que iré publicando serán de hace tiempo...

¡Qué suerte estar aquí, de nuevo !

01 enero, 2012

Te volví a buscar. Me volví a dejar el orgullo en casa y te lo demostré, como otras tantas veces. Somos débiles cuando nos miramos a los ojos, cuando nos decimos que no hay vuelta atrás, que todo tiempo pasado fue mejor y que... robarte un beso siempre ha sido el mejor de mis pasatiempos. Pero esta vez, algo cambió. Algo ha cambiado. Somos distintos. Me has desbaratado... y es que tus labios y los míos se han dejado de querer, quizás porque las pulsaciones han dejado de acelerarse y ese nudo en el estómago ya no me incita a gritarte, gritarle a El Mundo que te quiero. ¿Somos las mismas personas que se enamoraron?, me pregunto. La respuesta la sé, pero prefiero no responderme y seguir aferrada a un clavo ardiente hasta que me canse y quiera destripar, arrojar todo lo que he engullido sin pensar. Y tú, tarado sin fronteras... dejas irme.
Está claro que todo no es quererse, que las cosas son más difíciles de lo que parecen y con esta historia que hoy cierro, lo compruebo.

14 septiembre, 2011

Diagnóstico: grave

Y es que hoy, hoy es un día triste. Donde me pesan las pestañas y las lágrimas se empeñan en nublarme la realidad, donde mirar a los problemas a los ojos se convierte en una verdadera Odisea. Y es que las costillas se me hacen demasiado pequeñas y los pulmones parecen haberse ensanchado, pues no me sacia el aire que respiro, no me llena lo que me da vida. Se hace invariable, monótono, pesado.
Se me escurren los sueños por el desagüe de las fantasías que creé, quizás del ensueño que pienso que tendré y mientras, las palabras se me atascan en la garganta y las tildes me revuelven el estómago. Y me pesa, me pesa el alma, tanto que tengo que pedirle a la razón y al corazón que me ayuden a llevármelo conmigo, aun sabiendo las rencillas que tienen entre ellos.
Y perdonen que les diga, pero estoy agotada, angustiada, algo extenuada. Quizás me he convertido en lo que siempre critiqué. Lo que siempre he odiado ser.
Porque la tristeza agota, asfixia, oprime. Tanto, que la famosa oración que reza "Me caigo mil veces pero me levanto otras mil" parece carecer de sentido.


Siento haberme ausentado tanto tiempo y haber pasado y sólo publicar esto... pero cuando no se puede, no se puede. Y no, no he podido estrujarme más los sesos xD Asi que, espero poder escribir más :) Muchas gracias por apoyarme, por seguir haciéndolo cada día, ¡y por haberme regalado estas 10.000 visitas :D! ¡Vivan mis seguidores!

27 agosto, 2011

Caricias regaladas al diablo

Volviste como una brisa de otoño, sin reparos, sin prisas, como sólo tú sabías. Me volviste a calar los huesos desnudos, deseosos, casi ardiendo en deseos de sentir el calor que me dabas. Quisiste mentirme, decirme que habías llegado por casualidad, pero algo palpitaba y me susurraba que era falso. Quizás me lo imaginaba, pero es que sabes, sabes perfectamente que me pierdo entre tus dedos, que no encuentro el principio ni el fin entre tu lengua y la mía, y que olvido las formas cuando me desabrochas el sostén. A veces prefiero que me mientas, que me digas que no hay otra, que en tu mente sólo existe tu madre y yo. Pero sé que no es así, sé que quisiste este alma que hoy te escribe, que te he querido durante todo este tiempo. Pero las cosas cambian y se ve que no valió ni vale la pena tanto dolor, tantas lágrimas innecesarias derramadas por un futuro incierto que idealizaba con tu presencia. Intento olvidarme de aquel día en el que me dijiste, mirándome a los ojos, cuánto me querías, cuánta falta te hacía, pero que no podíamos seguir con esto, que no iba a ninguna parte. Pum. Un jarro de agua fría que tímido demostraba mentiras... besos y caricas regaladas al diablo. Sueños hechos cenizas, quemados con gasolina y una cerilla que grita sin tapujos que no quiere hacer esto, pero por mucho que grite... Nadie la escucha. Oídos sordos se hacen al escuchar un lamento que poco a poco se va haciendo menos intenso, inversamente proporcional al fulgor que tengo en los ojos cuando hablo de tí.