01 enero, 2012

Te volví a buscar. Me volví a dejar el orgullo en casa y te lo demostré, como otras tantas veces. Somos débiles cuando nos miramos a los ojos, cuando nos decimos que no hay vuelta atrás, que todo tiempo pasado fue mejor y que... robarte un beso siempre ha sido el mejor de mis pasatiempos. Pero esta vez, algo cambió. Algo ha cambiado. Somos distintos. Me has desbaratado... y es que tus labios y los míos se han dejado de querer, quizás porque las pulsaciones han dejado de acelerarse y ese nudo en el estómago ya no me incita a gritarte, gritarle a El Mundo que te quiero. ¿Somos las mismas personas que se enamoraron?, me pregunto. La respuesta la sé, pero prefiero no responderme y seguir aferrada a un clavo ardiente hasta que me canse y quiera destripar, arrojar todo lo que he engullido sin pensar. Y tú, tarado sin fronteras... dejas irme.
Está claro que todo no es quererse, que las cosas son más difíciles de lo que parecen y con esta historia que hoy cierro, lo compruebo.

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