26 noviembre, 2013

Tú, mi tormento

Tu recuerdo se ha convertido en un fantasma que me atormenta las noches. Se cuela bajo mis sábanas y se desliza por mi cuerpo, sigiloso, hasta llegar a la altura de mi clavícula donde me besa como me besarías tú. Recorre mis poros y los esquiva con los ojos cerrados, conociéndolos como si él mismo los hubiera diseñado. Juega con mis manos, las dibuja con trazos finos y delicados, las inspecciona y las compara con las suyas. Y las besa, despacio y sin prisas. Lento, apaciguado como cuando me hace el amor. Pero solo es tu recuerdo porque sigues sin estar. Y lo cambiaría, créeme que lo haría. De un golpe invertiría la gravedad y haría que la luna se bajase para ti. Pero no basta con que te lea mil poemas y escriba canciones a la nada si no harías lo mismo por mi.
El espectro me domina los pensamientos, los movimientos. Tiene mis sentimientos aferrados a su espalda y parece no querer deshacerse de ellos.
Vete, por favor. Vete si no vas a volver, aunque con todas mis fuerzas desee que regreses.
Por sentir, siento voladores en los más profundo del estómago mientras la fiesta que comenzó en el lado izquierdo de mi pecho no hace más que aumentar y crecer a los lados de manera desmesurada; pues es como el tambor de una comparsa a punto de resquebrajarse la piel y salir para concederse el deseo de besarte. Por sentir, siento un hormigueo tan mágico en la punta de los dedos que me vibran los omóplatos y se me encienden los pómulos como luces de Navidad. Porque siento que es verano en lo más hondo de mi ser y no es más que diciembre en el calendario de los mortales. Pero tú, yo, vivimos en un julio infinito entre sábanas y películas de Julia Roberts. Chocolate caliente y caricias en el microondas. Mis labios te avistan desde la lejanía y deciden, sin tapujos, que es hora de mandarte un beso. No hago más que enviarte postales a la luna por si cuando estés pensando en mi, decidas visitarla. Y es que juegas a no quererme. He olvidado las reglas del juego y voy dando tumbos sin dirección. Solo deseo que me rescates...

Precioso



Cualquiera diría al verte
que los catastrofistas fallaron:
no era el fin del mundo lo que venía,
eras tú.


Te veo venir por el pasillo
como quien camina dos centímetros por encima del aire
pensando que nadie le ve.
Entras en mi casa
-en mi vida-
con las cartas y el ombligo boca arriba,
con los brazos abiertos
como si esta noche
me ofrecieras barra libre de poesía en tu pecho,
con las manos tan llenas de tanto
que me haces sentir que es el mundo el que me toca
y no la chica más guapa del barrio.

Te sientas
y lo primero que haces es avisarme:
No llevo ropa interior
pero a mi piel le viste una armadura.
Te miro
y te contesto:
Me gustan tanto los hoy
como miedo me dan los mañana.

Y yo sonrío
y te beso la espalda
y te empaño los párpados
y tu escudo termina donde terminan las protecciones:
arrugado en el cubo de la basura.
Y tú sonríes
y descubres el hormigueo de mi espalda
y me dices que una vida sin valentía
es un infinito camino de vuelta,
y mi miedo se quita las bragas
y se lanza a bailar con todos los semáforos en rojo.

Beso
uno a uno
todos los segundos que te quedas en mi cama
para tener al reloj de nuestra parte;
hacemos de las despedidas
media vuelta al mundo
para que aunque tardemos
queramos volver;
entras y sales siendo cualquiera
pero por dentro eres la única;
te gusta mi libertad
y a mí me gusta sentirme libre a tu lado;
me gusta tu verdad
y a ti te gusta volverte cierta a mi lado.


Tienes el pelo más bonito del mundo
para colgarme de él hasta el invierno que viene;
gastas unos ojos que hablan mejor que tu boca
y una boca que me mira mejor que tus ojos;
guardas un despertar que alumbra las paredes
antes que la propia luz del sol;
posees una risa capaz de rescatar al país
y la mirada de los que saben soñar con los ojos abiertos.


Y de repente pasa,
sin esperarlo ha pasado.
No te has ido y ya te echo de menos,
te acabo de besar
y mi saliva se multiplica queriendo más,
cruzas la puerta
y ya me relamo los dedos para guardarte,
paseo por Madrid
y te quiero conmigo en cada esquina.



Si la palabra es acción
entonces ven a contarme el amor,
que quiero hacer contigo
todo lo que la poesía aún no ha escrito.

Elvira Sastre

15 noviembre, 2013

¿En qué nos hemos convertido? ¿En qué me convertí yo...?
Quiero volver a ser la misma. Y lo intento cada mañana, a cada paso que marco firme, en cada carcajada. No debo dejar que el brillo de mis ojos se atenue, cuando me queda toda la vida para ello.
No deberíamos avergonzarnos por ser quien somos, no deberíamos dejar que nos afecten los comentarios. Solo nosotros dejamos que nos hagan daño los demás, que nos afecte y que consigan su objetivo.
Debemos compadecernos de ellos pues nos juzgan por ignorancia, por miedo, por inseguridad. No son capaces de ver más allá cuando existen muchas más cosas a través de ese muro que ellos mismos han construido por ese mismo miedo. Y es que sentimos la necesidad de etiquetar por temor a lo desconocido. Es lo que me llega hacer pensar en lo simples que somos. En lo limitados que somos en ese sentido.
Los prejuicios bailan a nuestro alrededor, nos hacen presos y nos encadenan a caer en mentes cerradas con pocos escrúpulos. Porque no hay peor ciego que el que no quiere ver.

03 noviembre, 2013

Solo quiero enamorarte a ti

No tengo miocardio. Lo secuestraron hace tiempo y no ha vuelto desde entonces. Mandó una misiva queriendo tranquilizarme, pero sigue desaparecido. En su ausencia, trazo pequeños bocetos de él e intento creer que no estoy vacía. Pero lo estoy. Intento que las notas que surgen a lo largo y ancho de mi guitarra me recompongan, que las letras que escribo me reconstruyan, que mi alegría no se apague cada día. Pero no hago más que buscarte entre la gente y esbozar sonrisas a nadie. No hago más que atormentarme por lo sucedido, fue culpa mía el secuestro a mano armada de este desdichado corazón. Entregué lo más valioso de mi ser por querer ralentizar las agujas del reloj, por soñar con dibujarte estrellas en el cielo o bajarte la luna cada noche si me lo pidieses. Enamorarte con perfumes y con caricias olvidadas entre las sábanas. Ser la guardiana de tus ilusiones en el castillo de los sueños y estar dispuesta a hacer todo lo que quisieses... Tú quieres enamorarte y yo...