30 mayo, 2011

Conocí Mundos pero me quedé contigo

Hace un año que me cargué mis miedos a la espalda y decidí, por todos los medios, ser fuerte. Y aunque no muchos confiaran en ello, lo intenté. Me enfrenté a mil mareas, a cientos de naufragios y cabalgué por decenas de desiertos. Millones de veces erré. Pasé por centenares de estados y paises, y en cada uno de ellos escribí sobre lo que rezaban a gritos. Supe plasmar, lo que quizás otros no veían a simple vista. Como los pequeños grandes detalles de las películas, que las hacen ser por eso, diferentes a cualquier otra. Quizás, al decir lo que escondían, los desnudé e hice de ellos sitios vulnerables. Puede que sintieran lo mismo que yo, cuando me quedé sin papel ni lápiz con los que expresarme.
Y es que a veces, llevar el timón es desesperante. Mientras los demás van a mil por hora y yo prefiero ir a mi ritmo. Puede, sólo puede, que me haya quedado encadenada a la curbatura de tu cintura, o se me hizo tarde para volver y prefiero hacer de tus bucles mi nueva atracción favorita. Despertarme y deslizarme sobre tus pestañas, y con un suave aliento llegar a tu nariz para saltar desde lo más sincero a tu lengua. Conocer cualquier recoveco que se me haya pasado inspeccionar. Y después de haberme enamorado del todo de tí, decido hacerme con tinta invisible un tatuaje con tu nombre, para llevarte impreso siempre en mí.



Lo siento si no tiene sentido xD

11 mayo, 2011

Aceptarse

Cada día desearía volver a nacer. Empezar de cero. No ser como soy, ni cometer los mismos errores una y otra vez. Desearía saber fingir mejor, curar más fácilmente mis propias heridas y controlar mis exageradas emociones. Confiar plenamente en mí misma y conocer mis comienzos, pero nunca mis límites. Desearía saber encontrar más fácilmente el lado bueno de las cosas, sin dejar de lado a las malas. Ser valiente, fuerte. Saber decir las cosas a la cara, sin herir. Porque las cosas se pueden decir, pero hay miles de formas para decirlo. Desearía tener suerte, ganar la lotería. Pero no para beneficio propio, sino para dárselo a quien más lo necesita. Simplemente, desearía ser otra persona, y en caso de que lo fuera, seguiría queriendo ser otro ser. Jamás estaría conforme. Jamás estamos, ni estaremos satisfechos con lo que tenemos.

02 mayo, 2011

Había llovido, tronado, habido relámpagos... Lo que suelen llamar una tormenta de verano.
Mischel estaba allí, tirada en medio de aquella calle nulamente transitada. Quería saber lo que sienten los actores cuando pasean por esas aceras húmedas mientras recitan su interminable guión. Le gustaba la lluvia, hacía que se sintiera más viva; quizás porque cada golpecito por mínimo que fuera lo notaba tanto suyo, que juraría ser parte de aquel espectáculo de agua y gravedad.
De pronto, el recuerdo de aquel día. 
Hacía justamente un año, esa noche había conocido a la persona que cambió su vida, de la que se enamoró, con la que batalló como con ninguno. Mischel recordó todo y empezó a llorar desconsoladamente: su mundo no giraba en torno a nada, había dejado de sonreír y su corazón cada día latía con menos empatía, no como los demás. Lamentaba que cada palpitación era menor que la anterior. Quizá, sentía que su camino se terminaba y no podía hacer nada, si es que tenía ganas.
Mischel soñaba y sueña cada noche con volver a verlo... Decirle que fue injusto con ella por no dejarla demostrarle todo lo que le quería y lo que podía llegar a ser o hacer para complacerle, para revivir todos los momentos olvidados; porque todo tiempo pasado fue mejor.
Comenzó a llover de nuevo, con más fuerza. Parecía como si Zeus se manifestara en contra de ella; mientras, sus sollozos y lamentos se diluyeron con las gotas de lluvia, borrando cualquier signo rebelador de aquellas lágrimas que con todas sus fuerzas deseaba despojar de su rostro.