28 septiembre, 2013

Desnuda

No tengo letras, tampoco palabras. Parecen haberse esfumado con la brisa, jugando al escondite con tus besos. No escribo e intento no lamentarme y despojar esta culpa que me corroe inventando excusas que llevan de título tu nombre. Mis sueños se desvanecen, el olor de tu piel con el roce de la mía se evapora y tú; tú te escapas de mi mente y te llevas a cuestas mi imaginación. Solo queda esperar y desear que te pese tanto, como para que pares y te vuelva a secuestrar en lo más profundo de mi pecho. Mis brazos no llegan a alcanzarte y mis piernas empiezan a flaquear. ¿Debo parar? Te has llevado contigo lo más valioso de mi ser. Me dejas desnuda y parece que la faz de la tierra se gira y mira hacia mí, analizando mi curvatura, detallando los más insólitos defectos, poniéndole el punto y la coma a mis indefinidos pechos; y tú, también me miras. Es hora de que vengas con esa pesada maleta y me la devuelvas, me dejes vestirme y la gente deje de examinarme. Parece que los ojos se multiplican y son más los que me observan. Mírame y apiádate de mí. De esa maleta. De nosotros. Y sobre todo, de mis escritos.

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