30 enero, 2014

Solo me sale mirarte...

Me preguntan que por qué. Por qué tú, por qué yo. Yo solo sé contestar que...

Porque no hace falta más que besarnos para parar el mundo, que hablarte con la mirada es suficiente para saber que tengo alquilado tu pecho por el resto de mis días. Porque sin entender por qué sabes cuando te necesito y estás ahí, siempre. Por ser tú, siempre tú, la que confía en mí cuando yo he dejado de hacerlo.

Por dejarme escalar la montaña más alta, tu espalda, y coronarla desde lo alto con mis besos. Y es entonces, desde ahí arriba, donde puedo rozar el cielo con la punta de los dedos y creer que todos mis sueños son posibles a tu lado. Y me dejo caer, me deslizo por tu nariz dejando la marca de mis labios en ella y recorro tus comisuras como si el tiempo se parara en ello. Pero termino anclada a los barrotes de tu clavícula, en la prisión de tu cuerpo. Créeme cuando te digo que me quedaría a vivir para siempre en ella.

Porque me pierdo cuando te encuentro y te encuentro cuando me pierdo... porque sabes que mi sentido de la orientación es nulo, aunque mis latidos no hagan más que contar cada centímetro que se separa tu casa de la mía. Tus labios de los míos, tus manos de las mías. Sabes que te quedas con un trocito de mí cuando te vas y no es malo, sé que no lo es. Lo cuidas mejor de lo que yo lo haría.

A veces, no me basta con cerrar los ojos para verte pero sí basta una noche sin ti para escribirte... y hoy, es una de ellas.

Quizás estas no sean razones suficientes para contestar cuando me preguntan el porqué, pero a veces me pasa, que tengo tanto que decirte que solo me sale mirarte.



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