16 febrero, 2014

Yo sin querer enamorarme
y vienes tú
y sonríes.

Sé que es de verdad. Ya no sólo por el tamborileo de mis pies, de mi corazón, de mis dedos inquietos escribiéndote que en unos minutos la ciudad entera se girará y nos mirará besarnos, envidiando mi suerte. No, lo digo porque mis noches son cada vez más largas si al estirar mi mano, no te encuentro al otro lado de mi cama y sienta que no hay mayor vacío que ese. Y lo vuelvo a decir porque mis días son preciosos, joder, si sé que te tengo a mi lado. Que no existe adversidad que ose intentar derribarnos pues no hay mayor desastre que saber que jamás podré compensarte todo lo que haces.
Empaparía mis sábanas de ti si con ello sintieras que fueran las tuyas. Te abrazaría tan fuerte por las noches que no dejaría que ni una sola de tus respiraciones dejara de acariciar mis labios. Que el tiempo pasase en esos instantes tan lentos como los segundos en los que aguardo en tu espera. Que haría de tu despertador mis besos y de desayuno, hacerte el amor con mermelada. Darte el primer y último beso de cada día ha empezado a ser uno de los deseos más preciados de aquella lista inmensa que un día comenzamos a escribir y en la que yo, no he podido resistirme a seguir añadiendo planes.
Porque envidio el aire que se cuela entre tus dientes, te roza la lengua y te llena de vida mientras te ríes. No sabes cuánto daría por enseñarte que tengo todo preparado para hacerte feliz.

Y es que esto es solo una pequeñísima parte de todo lo que pienso cuando me sonríes, me miras a los ojos y me dices todo lo que callas en esos silencios que me encantan casi tanto como tú.

No hay comentarios:

Publicar un comentario