21 agosto, 2014

Hagamos un trato, pues en él te regalo mis días, mis tardes, mis noches.
Te regalo todos y cada uno de los instantes de mi vida.
Te regalo la eternidad que habita en mí y las ganas que tengo de pasar el resto de mi vida contigo.
Te regalo todas y cada una de las caricias que desearía darte cada noche y en ellas, demostrarte cuanto significas para mí.
Te regalo mis caladas, mis suspiros, mi aire.
Te regalo mis besos de buenos días, los 'tequieros' susurrados al oído.
Te regalo mis respiraciones entrecortadas, mi sexo.
Qué coño, te regalo mis gemidos.
Te regalo la Luna, el universo, el cosmos que se convierte mi entrepierna al verte.
Te regalo mis tostadas, te regalo todos y cada uno de los cafés que me tomo antes de las doce.
Te regalo mi sueño, mis sábanas, mi cama.
Te regalo mis sueños, aquellos en los que apareces tú (que no son pocos).
Te regalo mi vida, cariño.
Te regalo todo lo que puedo expresarte con palabras y sin ellas, te regalo todo de mí.
A cambio, solo pido que te quedes a mi lado.
Podría intentar explicar por qué, pero sería tan en vano como intentar contar qué es lo que siento al besarte.
Porque eres lo más bonito de mi vida, la parte del rompecabezas que encaja perfectamente con las piezas de mi vida. Eres aquello por lo que vale la pena luchar y tener. Por lo que aprender a ser paciente.
Eres la forma que tiene la vida de decirme lo bonita que es. Eres mi golpe de suerte, amor.
Para saber todo esto no tengo más que mirarte, besarte, saborearte, trazar líneas sin rumbo por tu espalda y soñar con un futuro a tu lado.
Sé que hace tiempo firmamos un contrato indefinido, casi que improvisado, en el que decía no se qué de querernos siempre y algo de abrir puertas con solo un delantal...
Pero este, cariño, este es otro trato mucho más bonito: ¿me dejas hacerte feliz?

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