14 junio, 2014

Hoy he despertado tras soñar contigo. Danzábamos por los pasillos de nuestra futura casa mientras sonaba a lo lejos Ella Fitzgerald cosiéndose a las notas de un saxofón de fondo, como haría yo con tus caderas: tejerme a ellas por si alguna vez me siento lejos de ti, amor. Corría tras de ti como harían los corredores de fondo para llegar a la meta, y esta vez, el premio no sería una gran copa sino darle un beso a los labios más dulces que jamás he probado. Olía a tostadas recién hechas, al amor recién hecho entre sábanas de una cama que guardaba en secreto nuestros sueños y gemidos, nuestras noches en vela pactando futuros y las veces que me desvelé por pensar que no estarías a unos centímetros de mi lado. En sueños y sin estar en ellos, haces de cada día algo tan maravilloso que ni en un millón de años podría describirlo; eso mismo me pasa con tus ojos. Imposibles de analizar, luceros infinitos en los que me pierdo y me pregunto si algún día los conoceré lo suficiente como para poder trazar el mapa que me lleve hasta tu (nuestra) casa desde las líneas de tus manos.
Porque tengo un plan desde que me planté en frente de ti y supe que no me haría falta seguir buscando para encontrarte. Porque eras TÚ a quien buscaba. En realidad no tengo un plan, tengo miles, uno por cada día y en el que como mínimo tienen como objetivo dibujarte una sonrisa en esa cara tan bonita que tienes, mi vida. Si quererte es un pecado, déjame tirarme de cabeza al infierno y sin paracaídas; el mismo que deseo ser yo para ti. No pido más que si alguna vez tu mundo se desmorona, vengas al mío.
Déjame decirte que siempre he querido huir de todo. Pero contigo todo es diferente.

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