23 abril, 2011

¡Qué estúpido!

Érais felices. Incluso, habíais pensado en casaros, tener hijos, formar una familia.
Cada noche ella te esperaba a que llegaras y le hicieras el amor tan apasionadamente como si fuera la última vez. Sabías cómo tratar a las mujeres, cómo seducirlas y hacerlas sentir reinas de su propio reino. Conocías al milímetro el secreto de llevar el compás en los pies, el ritmo en las venas y agudizar el oído para captar la más mínima particularidad de la composición. Contemplabas cada detalle imperfecto de aquella mujer que te parecía interesante y hacías de él un elemento que casi la simbolizaba. Procurabas vestirte de indiferencia, cada lágrima que caía la escondías con disimulo, aunque a veces en tu llanto podías ahogarte. Engañabas a la misma cantidad de mujeres, que de pecados habías ejecutado.Un trabajo en el que tú eras el negociante y recaudabas el mayor número de ropa interior de aquellas chicas a las que engañabas a modo de premio, cual recompensa machista. Ella lo sabía, incluso conocía el por qué; quizás por eso te perdonaba diariamente y te recogía desvalido cada noche cuando llegabas. En eso demostraba cuánto te quería y tú, tú la recompensabas con farsas, artimañas. Juegos de palabras que llegaban siempre a la meta de las discusiones. Te habías descontrolado, estabas inmerso en un mundo que no era el real y destruiste una relación que había crecido por tí. Drogas, alcohol... los mejores ingredientes para desbaratar tu vida y de las personas que te quieren.

Hoy, miras hacia atrás y te avergüenzas de todo lo ocurrido. Qué estúpido, creías que te comías el mundo.

1 comentario:

  1. Muy bonito el blog y lo que escribes. Te sigo! Te pasas por mi blog? :)

    lacuartaavenida.blogspot.com

    Un besoo

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