Siempre era yo la que tenía que rebajarse para arreglar las cosas, y ésta no fue diferente:
-¿Por qué no me dejas contarte lo que pasó?.- dije extasiada.
-No hay nada que contar. Vi lo que vi y ya está. Estabas con él y no hay más que hablar.
-Sólo estábamos hablando, nada más. Tú sabes lo que hay con Jhonny y lo que hay contigo.
Dio media vuelta sin dejarme apenas terminar. No sabía que más decirle para que entrara en razón. No se daba cuenta de que era estúpido lo que decía.
Caí al suelo, los músculos no me obedecían y parecían haber expirado.
En un intento de arreglarlo solté con las únicas fuerzas que me quedaban:
-Te quiero.
Se volvió y me miró con aquellos ojos caramelo y esas pupilas de chocolate para fundirme con la mirada en un instante que duró siglos.
En el momento menos esperado, cuando parecía que todo estaba perdido, se acercó y me recogió. Eso es lo que me encantaba de él, que podía, aunque fuera tarde, reflexionar. Se había dado cuenta de que era una soberana estupidez lo que pensaba y decía. Él sabía perfectamente lo que nos unía y lo que nos hacía ser fuertes cada día.
Un halo de energía entró por mis fosas nasales al respirar el mismo aire que soltó al decirme:
-Deja de hacer el tonto anda, que está empezando a llover.- me dijo esbozando una sonrisa de media luna. Y sí, era verdad. Había empezado a chispear cada vez más fuerte, pero ni en eso me había percatado.
Caballerosamente, se quitó la chaqueta y nos fuimos de aquel gentío, donde empezaba a agobiarme. Él sabía cuando era el momento de irse en el instante exacto, y así hicimos.
Era de noche ya, y yo me iba a quedar en casa de Olga pero preferí irme con él. Nunca se había portado mal conmigo, sólo que a veces era celoso, pero confiaba en él plenamente.
Empezamos a caminar por los alrededores, él abrazado a mí, yo abrazada a él. No miento si digo que no fue perfecto. Hubo un momento que nos quedamos parados en medio de la nada e inconscientemente o no, le plante un señor beso. Fue... diferente. Sabía tan dulce como el cacao, pero a la vez tan agrio como un limón, o quizás a salsa agridulce, quién sabe.
En ese mismo momento la Luna producía una escena de lo más épica, de película; ofreciéndonos su más claro reflejo mientras nos desacíamos entre caricias. Había llegado el momento y lo sabiamos. No podia ser mejor y ocurrió lo que nos pedía el cuerpo.
Besos, caricias, cuerpos entrelazados susurrando a gritos que se aman.
Aquel día, murmuré entre suspiros, 'te amo' y ofrecí mi alma a lo que más quería.
PRECIOSO (LLL). Sin palabras....maravilloso! :). Te lo dice una persona que te quiere muchisimo!
ResponderEliminar¡Miriam que te huelo a kilómetros!
ResponderEliminarjajajajajaj Te quiero mi niña!